11 am
3 pm
4pm
11pm

Y de repente sucedió, una noche de aquellas, cuando regresaba de dar sus vueltas por la ciudad, decidió empezar de nuevo, sacar lo negativo que llevaba dentro de sí y empezar un largo y doloroso proceso de purificación.
Los dias habían transcurridos cortos y monótonos y su universo próximo se había esfumado y corroído víctima de una fuerza avasalladora, destructiva y silenciosa, que, uno a uno, había destruido sus enseres y adornos, libros, poemas y recuerdos, no había dejado nada útil, nada.
Empezó por los dibujos que tenía pegados en su puerta y terminó con una extraña flor que tenía en su ventana, había pasado una semana desde que el último pétalo de la flor se cayó y desde entonces, en su ventana solo quedó un palo seco, mustio y gris. Durante semanas enteras se había deprimido pensando que aquella planta era el último lazo que le había unido a su pasado y trató de revivirla regándola una y otra vez, pero era imposible, ni siquiera sus lágrimas tuvieron el efecto que el había esperado.
Y entonces algo pasó, el no supo como explicarlo, pero aquella tarde, tan triste y gris, el sol apareció por un instante y se asomó timidamente por su cuarto, el rayo dio vuelta por su habitación hasta posarse en su rostro, hinchado y adolorido de tanto llorar. El lo sintió, sintió el calor reconfortante y abrió los ojos, vio un rayo dorado que le acariciaba, le consolaba y le invitaba a levantarse y salir adelante.
Se levantó, incrédulo y se dirigió hacia la ventana, abrió la derruída cortina y se fijó en el cielo, en aquel sol que dorado y lánguido le decía adiós, confundiéndose entre la nostalgia del crepúsculo y el gris de las nubes que se empezaban a juntar, listas para descargar su fuerza purificadora.
Se desesperó por un instante, tomó una sudadera y salió a correr hacia el crepúsculo, quería salvar al sol, no quería que se fuera, hacia mucho tiempo que su persona no había sentido muestras de ternura. Dobló por la esquina que daba al malecón y se dirigió hacia la playa, presuroso, contrito, no le importaban ni la gente que le observaba asustada ni el frío viento que anticipaba una inusual tormenta.
Ya estaba oscuro cuando llegó a la playa, cayó de rodillas y dió un largo suspiro, era tarde, ya se había ido. Decepcionado se levantó y regresó a casa.
Era de noche, una rara noche lluviosa de octubre. Se sentó en su cama y dejó libres a sus manos, las cuales bailaron con el lápiz una melodía nocturna, bailaron y bailaron, dibujando cosas sin sentido, figuras piadosas, tal vez demoníacas, figuras que le otorgaban una sensación de catarsis, estuvo así por horas, horas enteras, hasta que se durmió.
La noche pasó, lenta y perezosa, y la lluvia limpió la ciudad, los edificios polvorientos ya tenían otra vista, eran las siete de la mañana, el sol salió de nuevo, una vez más apareció por su cuarto, se asomó por la ventana e iluminó las paredes carcomidas y se posó de nuevo en su rostro. El abrió los ojos lentamente y sonrió.
En una capilla están Matías y Antonella.
A él le gusta cantar aunque lo haga muy mal.
A ella le gusta pintar, lo hace bien. Pero no muestra lo que pinta a nadie.
Solamente a Matías. A quien han venido a ver sus 18 hermanos de todos los países, dentro de los cuales los más queridos son Gustavo y Augusto.
De Gustavo se dice que pertenece a algún tipo de mafia peligrosa. De Augusto solamente se fijan en cuan larga está su barba que ahora llega hasta el ombligo.
Ambos se acercan a saludar a Ximena, que fue la última en besar a : Matías, que toda la vida quiso besar a : Antonella.
A quien han venido a ver sus eternas e incondicionales amigas que siempre fueron solamente cuatro.
Ellas se encuentran con Oswaldo, que fue el último en besarla.
Al acercarse ellas, él le sede el asiento a una.
Al sentarse, ella queda enfrente de Lúa, quien a pesar de estar en horario de trabajo se dio tiempo para estar desde el inicio.
Lúa enseña a tocar guitarra a Doménica. Ambas han venido a ver a Matías, quien ahora no puede moverse y, aunque se lo preguntaran y lo negara, se encuentra muy nervioso.
A pesar de todo el quisiera ver en que lugar está sentada Andrea, la madre de Valia, la única hija de Matías.
A diferencia de su padre, Valia no habla con mucha gente. Le gusta dibujar a las personas cuando lloran. Pero ahora está dibujando un rostro que le resulta agradable y hasta familiar, el de Antonella.
A quien, contra todo pronóstico, ha venido a ver también Jorge.
Él saluda a todos los amigos de Matías y a las cuatro amigas de Antonella.
Con él vienen las sobrinas de ella que le guardan cariño desde los tiempos en que ellos vivieron juntos.
Afuera se han abierto 3 botellas de pisco y 1 de ron, cortesía de Gustavo , quien nunca fue santo de devoción de Antonella y que ahora no soporta que haya llegado Camila.
Ella acaba de publicar su primer libro y se los ha dedicado a Matías y a Valia.
Todos le preguntan a Gustavo quien es la mujer que ha entrado antes que todos y que nadie conoce.
Él guarda silencio , su nombre es Lourdes y sabe que ella tiene más derecho en estar ahí que muchas otras.
Todas estas personas están dentro de la capilla .Aparece el sacerdote y todos se ponen de pie.
Los que se encuentran más cerca al sacerdote son: Matías y Antonella.
El Padre hace la pregunta de rutina y que tanto han esperado ambos, pero que ahora no pueden responder.
Por voluntad previa, se acercan Gustavo por parte de Matías y una de las sobrinas por parte de Antonella.
Ambos dicen al unísono: ”sí , aceptan”.
Y la mayoría de personas antes mencionadas rompen en llanto por ambas partes.
Y se abrazan para consolar su resignación.
Y después de tantas vidas , Matías y Antonella descansaron juntos ,como pequeños niños.
Sé que el mundo se va acabar
de una u otra forma.
Es muy poco probable que
vuelva a nacer,
pero bastará con que
Andrea pase por esa puerta,
finja no conocerme
y se siente a mi lado
y solo después de 20 segundos
de fingir pretextos,
me preguntará mi nombre,
tras responderle me dirá:
eres mi perfecto desconocido.
Entonces le diré que se quede
a mi lado todos los días.
Sé que me dirá
que el mundo se acabará,
pero no importa,
porque si se sienta conmigo
los terremotos no me darán miedo.
La tranquilidad será nuestra amiga
y nuestra sonrisa
ayudará a todos.
Entonces me preguntarán,
¿quién es ella?
y les diré que es mi
perfecta desconocida.
Pero Andrea no vendrá hoy.
Y la lluvia ya comenzó a caer.