viernes, 31 de julio de 2009

Cumple

Casi las 3pm, la pequeña hija de tía Soledad cumplía su primer año. La costumbre obligaba a mis tías a llevarme.
No sé por qué la forma en que me vestían solo me gustaba dentro de casa. Fuera no soportaba esa mezcla de colores y telas; es algo que aún después conservaría y que por analogía descubriría en la secundaría que se llama: trauma social.
La casa de mi tía era más interesante que la mía. Tenía decoración de novela mexicana. OK era fea, pero en esos días me parecía bonita ( Se parecía ala casa de Maria Joaquina de Carrusel, la que nunca le dio bola a Cirilo, en cambio siempre le dio en las bolas).El equipo de música era grande y los niños de mi edad sabían usarlo. Yo con dificultad encendía el televisor.
De a pocos fueron llegando más niños con aspecto de antipáticos, más tarde llegaban los del aspecto burlón y casi al final los que reunían ambas características.
Gente así me daba miedo. Yo intuía eran casualidades divinas para castigarme por algún crimen en otra vida.
Todos se conocían y corrían con la libertad de sentirse en casa. Yo sentado en la misma posición en que había iniciado mi presencia en ahí .Treinta minutos después ya me sentía con más confianza como para moverme hasta en un radio de cinco centímetros sobre mi eje.
Al comenzar el ritual del primer año de la sobrina que en realidad era mi tía (más traumas, la niña cumpleañera era mi tía, es decir mayor rango dentro de la familia) todos los niños ya estaban desarreglados por haber corrido tanto, pero se les veía bien así. A mí en cambio cada respiración parecía hacerme más ridículo.
El momento llegó. El personaje más odiado e insoportable del protocolo de estas actividades: el falso payaso (el tipo que se pinta la cara y finge una voz asquerosa y dice ser payaso) el que busca pasar el rato con tu ridícula participación en el baile. Yo no sé bailar, es lógico adivinar que en aquel tiempo tampoco .Pero ahí me veía cambiando de pie, preocupado por la hora en que me regresen a esa silla con quien tan buena amistad había hecho.
No soportaba sentirme prisionero de mis actos, de ¡no ser yo! porque no conocía a nadie. Habría bastado que un solo niño se me acercara a hablarme, no como los estúpidos adultos que me llamaban para que baile, como si ellos no hubieran odiado el dancing de niños y entre niños. Los niños son sinceros al máximo, por eso son tan crueles, pero habría bastado que uno me hubiera pedido cambiar palabra, que me hubiera sonreído o que me dijera "amigo",pero cuando te esperas cosas tan simples no sabes que hacer con las cosas grandes que se te dan.
El grupo que más miedo me daba era el que llegó al final. Su líder se parecía tanto a mi hermano Gabriel, gordo y con una apariencia única: antipático burlón y con esa mirada que denota una vocación arruina vidas y trauma memorias. Ese mismo me llamó. Me dijo:"Ella quiere bailar contigo" señalando a la única niña que ,a mi gusto de niño burgués (y enamorado de La maría Joaquina que despreciaba a Cirilo),me había parecido bonita.
La respuesta que di la dijo un yo que no existía en esos días, o que quizá dormía dentro. Para mal despertó y de mis labios salieron las palabras:"Yo no quiero bailar con ella".El público estalló en risas burlonas. Las mismas que temía sean dedicadas a mí, se las estaban dando públicamente ala única persona que dijo algo amable de mí en esa pequeña jungla. La única alma a la que le gustó mi silencio y que a lo mejor también quiso oírlo o quizá romperlo.
Aquellas sinceras mofas fueron obsequiadas a ella y yo había ayudado a envolver ese obsequio.
Todo siguió tranquilo como de costumbre. Piñata y cola para la torta. Mi respectiva chompa para evitar el resfrío. La porción de torta era tan pequeña que era preferible comerla ahí mismo y no llevarla a casa. Al otro extremo de la sala estaba ella. La vi comiendo y comí, me miró y bajó la mirada. Definitivamente le tocó la tajada menos dulce de la torta de aquél cumpleaños.

1 comentario:

Oswaldo Cabrera Vásquez dijo...

...puedes lograr mejores escritos cultivando esa mirada subjetiva, explotando y dándole más libertad a ese narrador en primera persona, vamos bien mi estimado Pollo.