lunes, 25 de enero de 2010

Saga y Fábula

Mi primo vivía en un cubo. Éste era grande y transparente. Todas las noches lo veía flotar por el espacio, abriéndose camino entre planetas, soles y agujeros negros. Yo heredé de mi padre la capacidad de ver el universo entero con mis ojos, de una sola mirada. Por eso me aburría mucho. Lo único emocionante de mis días era ver pasar a mi primo. Él siempre estaba sentado en el aire, abrazándose las piernas, ocultando su rostro, siempre desnudo. Parecía un niño en el vientre de su madre. Una madre cúbica, fría y vagabunda. Debí haber estado milenios observándolo ir y venir, de un lado del universo al otro, cruzando tiempo y espacio, mezclándolos. Mi primo no envejecía, no cambiaba…pero el cubo sí. Cada día era más pequeño y aprisionaba más a su ocupante. Cuando llegó a ser tan reducido que tocaba el extremo de sus dedos y la punta de sus largos cabellos, empecé a preocuparme. ¿Qué pasaría si el cubo nunca dejara de reducirse? ¿Apretaría las extremidades y el cuello de mi primo hasta romperle los huesos? ¿Hasta reventarle el cráneo y hacer volar su interior? No podía permitirlo. El día en que la pared inferior del cubo pareció doblar ligeramente los dedos de sus pies, tomé una piedra del piso y la lancé. Estaba seguro que llegaría sin problemas hasta su objetivo, pues había visto a mi padre hacerlo muchas veces. Efectivamente, la piedra llegó a dar con fuerza contra uno de los lados, rebotó en él y pude escuchar el sonido de un cristal al romperse. Las paredes del cubo se convirtieron en millones de fragmentos que se separaron al instante y fueron a caer en el vacío, perdiéndose de vista. Mientras tanto, con la misma rapidez, mi primo reaccionaba dejando de abrazarse las piernas y mirando de un lado a otro, asustado. Al final, llegó a dar con mi mirada. Leí en sus ojos un horror indescriptible.
- ¡Muchacho de mierda! ¿Qué crees que has hecho? ¡No puede ser, no puede ser…! Ahora moriré, seguro que moriré. ¡Estoy perdido! ¡Muchacho de mierda! ¡Estúpido, estúpido…!
Sus gritos me llenaron de espanto. No podía comprenderlo. Asustado, cerré los ojos y di la vuelta, cubriéndome las orejas con las manos. Aún podía escuchar su voz llamándome estúpido, idiota, imbécil, entrometido, asesino…cuando de pronto, me llegó a aburrir. Abrí los ojos y me quité las manos de las orejas. Volví a mirarlo y vi que seguía con sus gritos, mientras flotaba y se alejaba sin rumbo, yendo y viniendo. Entonces volví a estar tranquilo y me acostumbré a eso. Aún ahora lo veo y lo escucho maldecirme, asegurando que morirá en cuestión de segundos. Yo simplemente lo miro abrirse camino entre planetas, soles y agujeros negros. Porque, después de todo, lo único emocionante de mis días siempre ha sido ver pasar a mi primo.

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