viernes, 1 de enero de 2010

Volviendo

Calle serena
la policía
dos transeúntes y los borrachos demás.
Un árbol de espaldas al kiosco
la porquería regada en la pista
y un niño que vende alcohol.
Sigo de frente y despacio apuro el paso hasta que el semáforo diga stop.
El silencio se calla y las miradas dicen por aquí nunca hubo sol.
Se siente el murmullo caliente de los que a fuerzas usan calzón
casi indiferente el compañero soportando el hedor de las bolsas
que dejó por la noche el tío Jon.
Más adelante las frentes decentes se quitan la cara y usan condón.
Debajo del puente de nuevo se hace presente el mismo muchacho
que antes pidió por favor una ayuda, desde ayer no come ni algodón .
Duerme mi hermano que el tiempo calla tu necesidad
el futuro respira tu dolor y mi miseria por no saberte ayudar.
Pienso y me enojo, pero ala otra esquina se me pasará, el miedo tapa
la obligación de emplearme y pagar el taxi que me quiera llevar a mi hogar.
La cabeza me pica y el piso se ríe con lo que le empiezo a contar,
acaso me dice no me importa a todos he visto llorar.
Los taxis detienen
y si acaso tuviera dinero preferiría seguir saltando en los semáforos
por si en una de esas la hago y puedo volar.
Para irme de una vez que a veces no aguanto esta ciudad.
Por allá un policía
un transeúnte y borrachos demás
regando porquería en la pista
cerca al kiosco detrás del árbol donde el niño vende alcohol.
Felizmente la calle aún está serena.

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