lunes, 4 de enero de 2010

Sueño bajo una extraña lluvia de invierno

Y de repente ya no hubo mas ropa volando por el aire, la habitación se llenó de una especie de calma inquietante que descendía hacia el piso y se perdía en él, dispersándose por las paredes y saliendo por la ventana tratando de escapar de la catástrofe desatada minutos antes. Estaba parado, jadeante, frente a la cama, mirando a su víctima ensangrentada, contando los minutos que le faltaban para que dieran las nueve, podía sentir el tic tac del reloj como una constante amenaza de que nunca sonaría el gong de aquel viejo cómplice, anunciando la hora de partida.
Suda frío por un momento y luego se calma, se acerca a la ventana y mira a la calle, todo está oscuro, el corte de energía eléctrica ha ennegrecido todo, incluso su consciencia y sus recuerdos, toma el maletín preparándose para la huida y se seca el sudor que marca el contorno de su rostro con la manga de la camisa, suena el gong, pero él no lo escucha, se acerca a la cama, se sienta y toma el frío pie del cuerpo desnudo, preso de una rigidez mortal, y como un último homenaje lo besa, un suspiro y una lágrima, eso es todo, levanta el maletín y se levanta él también, camina lentamente y se dirige a la puerta del dormitorio, abre la puerta y un relámpago seguido de un trueno alumbra por un momento el resultado del paso del mortífero torbellino de pasión dejado en la habitación.Baja las escaleras con cuidado de no tropezar y lo logra, sonríe para sí mismo y toma la dirección de la cocina, entra y se dirige al refrigerador, saca una caja de leche y se la toma a grandes sorbos, termina, la deja en la mesa y sale dejando abierta la puerta del artefacto.
Atraviesa la sala y abre la puerta a la calle, la lluvia ya está cayendo, entra de nuevo, toma un paraguas del armario y se dispone a salir.Camina solo, por la pista de aquella negra calle, ningún carro, ningún ruido, camina y camina, sin pensar en nada, sintiendo uno a uno el avanzar de sus pasos que se pierden en el universo vacío y enmudecido de sus pensamientos, espera un momento, duda, y suspirando de nuevo sigue su ruta hacia donde lo lleve el destino. La electricidad regresa, el ya ha caminado varias cuadras, algunos gatos empapados se le cruzan, aterrorizados por el constante trepidar del cielo y por la continua caída del agua. Un auto cruza la avenida, muy cerca de donde está el, pero él no tiene miedo, no se oculta, solo camina por la línea amarilla del centro de la pista, pasa sin preocupación por un semáforo que reinicia su monótona labor y sin pensarlo más continúa su camino por aquellas calles de faroles soñolientos y rimbombantes.
La suerte no pudo serle más propicia, seguía solo, ya ha llegado a su destino, pero no hay nada, ni un solo tren, ni una sola persona, solo el viento y el olor a humedad que la lluvia ha dejado a su paso, los susurros de los fantasmas del lugar se sienten muy cerca, le hablan, el no escucha, sólo se ríe deleitándose con los últimos momentos, deleitándose con el cuerpo de su víctima y con el sabor dulce de su sangre, un sonido de una ambulancia lejana lo saca de su laguna mental y una última vez mira el reloj: las diez, otea el aire, siente el viento, hay alguien más, y está cerca, vuelve a otear, es una mujer con aroma de jazmines, en fin, el siguiente tren del sureste viene a las doce, así que aún hay tiempo para una siguiente víctima, se levanta y se dirige hacia donde lo lleva el olor de la sangre fresca.

1 comentario:

Luis Camasca dijo...

Me parece una buena descripción de la sed de sangre de un asesino, aunque siento que con mayores pausas me hubiera gustado más (quizás algunos puntos seguidos donde hay comas).
Cambiando de tema...¡a los tiempos, Mn! xD